El roquero solitario (Monticola solitarius), también conocido como mirlo azul en muchas regiones de España, pertenece a la familia Turdidae, dentro del grupo de las aves paseriformes. Su nombre refleja su fuerte vínculo con los entornos rocosos, ya que se le encuentra principalmente en acantilados, cañones de ríos, barrancos y canteras abandonadas, además de ocasionalmente en estructuras construidas por humanos.
El macho se distingue por su plumaje azul oscuro, mientras que la hembra exhibe tonos grises y pardos con un moteado suave en las partes inferiores. Aunque similar al mirlo, el roquero solitario es más esbelto y puede alcanzar hasta 23 cm de longitud, con una envergadura alar de aproximadamente 37 cm.
Su dieta se adapta según la disponibilidad estacional, incluyendo principalmente invertebrados durante todo el año, y complementándola con lagartijas en primavera y verano, y frutos y bayas en otoño e invierno.
Durante la primavera, construye nidos en forma de cuenco en grietas o cavidades de acantilados y taludes, utilizando materiales como hierbas secas, hojas y musgo, y los reviste con plumas. Aunque suelen ser aves de una sola puesta anual, en ciertas regiones mediterráneas pueden llegar a realizar dos.
Residentes habituales en España, se distribuyen desde el nivel del mar hasta la media montaña, y en invierno pueden realizar desplazamientos cortos hacia áreas más cálidas. Sin embargo, la población ibérica ha experimentado un declive moderado debido a la presión urbanística que destruye su hábitat en áreas montañosas y costeras rocosas.
Este pájaro, solitario por naturaleza, caza lagartijas al acecho, permaneciendo inmóvil y vigilante cerca de grietas soleadas donde sabe que su presa aparecerá. A pesar de su relativa escasez y su comportamiento inquieto, es un animal que se beneficia de los incendios, ya que aumentan las áreas de suelo desnudo rocoso, su hábitat preferido.