El águila rapaz (Aquila rapax) es una de esas aves que parecen llevar su nombre con la misma majestuosidad con la que vuelan. Con su imponente presencia y su fortaleza indiscutible, este majestuoso rapaz es un verdadero espectáculo de la naturaleza.
Este águila prospera en climas áridos, aunque se adapta a una amplia variedad de hábitats, desde desiertos y estepas hasta sabanas, pastizales y zonas montañosas, evitando en su mayoría los bosques densos. Su distribución se extiende por gran parte de África y el subcontinente indio, y aunque no es migratoria en su totalidad, algunos grupos realizan migraciones parciales.
Clasificada como una rapaz de mediana a grande, el águila rapaz puede alcanzar una altura cercana a los 75 cm, con un peso que puede llegar hasta los 3 kg y una envergadura alar de más de 180 cm. Su plumaje varía desde tonos marrones oscuros hasta tonalidades más claras, rojizas y pajizas, con la cola negra como distintivo. Los ojos, de un marrón intenso, y el pico amarillo con la punta negra completan su imponente apariencia, siendo las hembras ligeramente más grandes que los machos, un rasgo distintivo del dimorfismo sexual en esta especie.
La dieta del águila rapaz es sumamente variada, incluyendo pequeños mamíferos, aves, reptiles, insectos, anfibios, peces y, en ocasiones, carroña. Son conocidas por cazar desde una percha hacia el suelo, así como en vuelo, siendo capaces incluso de atrapar aves del tamaño de un flamenco. Además, no dudan en robar alimentos a otras rapaces y son carroñeras habituales.
La agudeza visual de las águilas en general es notable, pero en el caso del águila rapaz, esta habilidad es especialmente sobresaliente. Su capacidad para detectar presas a largas distancias no solo le ayuda en la caza, sino también en la delimitación de su territorio, convirtiéndola en un verdadero símbolo de poder y dominio en los cielos.